Una de las fiestas que más identifican a Galicia es, sin duda, el Entroido. No se trata de una simple fiesta. En realidad, es un universo cultural y ritual en el que se mezclan elementos como la historia y la antropología, artesanía, música, teatro, gastronomía, etc., y que atesora la memoria revivida, generación tras generación, por la gente del entorno rural.
Su importancia hace que sea una cita de larga duración; en la comunidad gallega se prolonga hasta un mes, situándola como una de las fiestas más populares de toda España.
Desde prácticamente el fin de las celebraciones navideñas, comienza, en toda la geografía gallega, los preparativos de la cita carnavalera. Esto se vive especialmente en la provincia de Ourense, en tres de los Entroidos más especiales por su tradición ancestral: el de Manzaneda, Viana do Bolo y Vilariño de Conso. Los tres, forman parte del grupo de nueve entroidos reconocidos como Fiesta de Interés Turístico.
En su concepción primigenia, esta fiesta se celebraba para conmemorar el final del invierno e invitaba a la gente a disfrazarse con el objetivo de ahuyentar los espíritus malignos y atraer la buena fortuna en las futuras cosechas.
Felipe-Senén López Gómez, historiador de la cultura gallega, destaca que el origen del Entroido gallego se puede encontrar en “todas las épocas de la Historia” porque, argumenta, “a medida que el hombre o mujer va adquiriendo conciencia de las cuatro estaciones, aparecen las celebraciones agrarias”. De este modo, se cree que el Entroido podría remontarse al Neolítico, aunque lógicamente ha experimentado adaptaciones y transformaciones propias de cada momento histórico”.
“En sus orígenes radica la personalidad de un pueblo”, detalla Felipe Senén, quien tiene claro que la clave está en la creatividad y la innovación que puedan ir imprimiendo los creadores gallegos a la tradición.
“El Entroido hay que conocerlo para quererlo y protegerlo”. Argumenta Felipe que ese carácter castrexo y de parroquia es lo que confiere personalidad propia a las diferentes variedades del Entroido gallego. “Las máscaras, los disfraces, los ritos” ofrecen un documento etnoarqueológico que es necesario proteger.
La fiesta del Entroido es sinónimo de tradición, de cultura, de arraigo, de identidad. En estos tres lugares mágicos, durante las fechas del carnaval el lleno de gente – que se reúne para reírse de sí misma – es total.
Familias enteras pueden verse formando parte, año tras año, del mismo folión. Varias generaciones, participando en el mismo desfile del día más importante de esta fiesta. Porque el Entroido es, también, implicación por parte de todos, sin excepción.
La organización y los preparativos sirven de lazos de unión y fraternidad entre los vecinos que se vuelcan en cada uno de los detalles. La gente, además, se visita entre sí, puesto que son Entroidos fronterizos y el vecindario de los tres municipios participa en ellos.
De esa implicación real de la gente, han surgido múltiples asociaciones sin ánimo de lucro, que fueron creadas “para fomentar la cultura popular”, “revalorizar el espíritu del Entroido” y conservar y mantener “el patrimonio cultural y natural de Galicia”.
Una de las singularidades más importantes y conocidas son las máscaras y personajes identificativos de cada uno de estos Entroidos. En Manzaneda, la tradicional Mázcara, y la figura del Boteiro en Vilariño de Conso y Viana do Bolo. Además, las tres celebraciones, (quitar la coma) festejan los “xoves de compadres” y “xoves de comadres”, en dos jueves consecutivos, saliendo a celebrar por separado, los varones en primer lugar, y las mujeres al jueves siguiente, la llegada del Entroido.
Las tres celebraciones poseen una fiesta gastronómica asociada, que ayuda a superar el frío propio de estas fechas. En el caso de Manzaneda, se trata de la comida tradicional de Entroido tras el desfile del martes; en Vilariño de Conso se celebra la Fiesta del Cabrito coincidiendo con el domingo gordo de Entroido, al igual que en Viana do Bolo, cuando se celebra la tradicional Fiesta de la Androlla.
Cuando el Entroido llega a su fin, el miércoles de ceniza (mércores de cinza), en las tres localidades se despide de la misma forma: con tristeza y lloros por la finalización de la fiesta.
El visitante que elige Manzaneda puede acercarse a lugares de interés en todo el municipio. Además, la cercanía con la única estación de invierno de Galicia, hace de este ayuntamiento uno de los grandes del turismo de montaña, fundamentalmente en temporada de invierno, aunque cada día es mayor el turismo estacional que lo visita, no solo por el atractivo turístico de la Estación, sino también por conocer otros lugares del propio entorno y otros muy próximos a él como es el lugar de las Ermitas, donde se encuentra enclavado uno de los santuarios de más tradición pagana y religiosa del oriente orensano.
Viana do Bolo presenta una interesante mezcla de patrimonio histórico y natural que lo configura como un destino turístico con mucho que ofrecer. Así lo resumía el escritor Ramón Otero Pedrayo al explicar que Viana “no se parece a otras villas gallegas (…) que eclipsaron el núcleo antiguo. Conserva su estructura de villa en torno a la plaza; tiene aspecto de ciudad. El antiguo puente, los hondos caminos ribereños del Camba y Bibei, las aldeas próximas, como San Mamede, ofrecen paseos y paisajes de sugestiva belleza”.
Vilariño de Conso se encuentra ubicado en plena zona de montaña y, con localizaciones que oscilan entre los 630 y los más de 1.500 metros de altitud. Su paisaje muestra interesantes contrastes, que se canalizan en una oferta variada para las personas interesadas en la práctica de actividades de naturaleza o, simplemente, en su disfrute. En este sentido, merece mención especial O Invernadeiro, uno de los seis parques naturales de Galicia.
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